— ¿No volverás tarde?
Había una gran ansiedad en la voz de Marjorie Carling; había algo semejante a una súplica.
—No; no volveré tarde —dijo Walter, con la culpable y desdichada certeza de que lo haría; igual que llevaba haciéndolo cada miércoles invariablemente a lo largo de los últimos cuatro meses. Quizá Marjorie imaginaba algo, pero creía conocerla lo suficiente como para estar seguro de que nunca se lo haría saber ni se enfrentaría a él abiertamente a la cara. Seguir leyendo